Hace dos semanas y de forma casual descubrí al protagonista de esta entrada en un pequeño bosque próximo a Lluc. Se trata de un árbol que por sus características y emplazamiento no pasa desapercibido, y que invita a ser fotografiado. Pero como suele suceder, una cosa es la imagen que en nuestra mente se forma, y otra muy distinta la realidad de poder plasmarla en un fotograma.
Este ejemplar, me atrevería decir casi centenario, y al que he bautizado como » el árbol de Pedro», en referencia a la entrada que mi amiga Rosana hizo en en su blog, hizo que de buena mañana, antes de que amaneciera, me personara allí donde se encuentra, dispuesto a pasar un rato en su compañía, buscando que entre ambos surgiera ese filling necesario para poder llevar mi tarea a buen puerto.
A pesar de toda su buena voluntad a la hora de mostrarme su tronco y sus ramas de musgo cubiertas, lo angosto y sombrío del lugar ha hecho que estas crezcan de forma desordenadas, ávidas de un poco de luz, lo que dificulta encontrar un encuadre en donde pueda haber un poco de equilibrio y armonía. Por otro lado, yo tenía interés en resaltar su silueta, y aislarla en cierta medida de su entorno.
Ardua labor. Después de algunas subidas, bajadas, picados y contrapicados os dejo el testimonio del inicio de nuestra relación, pues como en toda buena amistad que se precie habremos de tener más encuentros si queremos llegar a entendernos.