Me decía una amiga, que la culpa de que ya no veamos por estas fechas aquellos campos de amapolas que estábamos acostumbrados a ver en nuestros desplazamientos por la isla, es el uso cada vez mayor de plaguicidas. Recuerdo que cuando era niño, ayer como quien dice, todo lo que había que hacer con aquella manzana cogida del árbol era frotarla contra el pantalón, o entre las manos, para poderla comer. Si hoy intentáramos hacer lo mismo, además de mancharnos la ropa y quedarse en las manos una especie de raro pegamento, es muy posible que termináramos con un buen dolor de «pancha» en algún servicio de urgencias.
Con el fin de asegurarnos nuestras cosechas, dejamos la tierra yerma, para todo lo que antaño por puro equilibrio biológico surgía en cada una de las estaciones, y que, sinembargo, ahora lo hace a hurtadillas, me atrevería a decir que casi con miedo…
… y que con el tiempo, esas amapolas tan vulgares y corrientes que crecen en los arcenes, terminaran convirtiéndose en una especie protegida.
Sirvan nuestras fotos para dar fe de lo que fue nuestro entorno y de la belleza que aún hoy guarda -aunque sea a escondidas, detrás de una cerca o en el recodo de un escondido camino-.
Tienes razón, cada vez hay menos campos de amapolas. Una pena. Qué bien trasmiten tus fotos esos colores de nuestra primavera!!!Saludos
Pues si, es como si hubiesen vaciado esos preciosos campos impresionistas de primavera y ya solo les quedase sitio en los arcenes. Al igual, que como bien dices ya casi no puedes encontrar más que esas frutas enceradas y perfectas pero realmente insípidas.Realmente creo que el progreso no siempre nos trae esa vida maravillosa que nos prometen.
Es cierto, este rojo-amapola cada vez se ve menos, añoradas imágenes las de antaño. ¡Que serán de ellas, fuera de sus trigales verdes!!!Pedro, interesantísimo tema.